En la obra brilla, quizá como en ninguna otra, la vis cómica de autor francés. La burla contra la ignorancia de los médicos tiene aquí un tono demoledor, en la mejor tradición de la sátira; pero, al mismo tiempo, el retrato maníaco aprensivo, empeñado en estar enfermo a pesar de su vigorosa salud, va más allá de la caricatura para alcanzar el disparate, el absurdo, no exento de comprensión e incluso ternura, que enlaza con las formas más modernas de humor.